A vueltas con el enemigo
El Neo-País (periódico, por si hay que
advertirlo) parece esforzarse en volver a la senda de la racionalidad,
abandonando los predios del sectarismo en el que parecía haberse instalado tras
el evidente y clamoroso cambio de rumbo,
parejo al cambio de su anterior
dirección.
Al menos esto es lo que se lee en el
editorial del sábado 1 de Septiembre de 2018 titulado “Elogio del adversario”.
Tras Carl Schmitt todos sabemos que, para los
antiliberales, en política (específicamente en la política de ambos extremos)
no hay adversarios sino enemigos. Es decir gentecilla peligrosa a la que hay que negar el pan y la sal y
contra la que es preciso (para defenderse, claro está) generar “cordones
sanitarios”, aplicar la “justicia popular” (como decía, en su tiempos
iniciales, nuestro mas ínclito líder de
la izquierda radical) o, más habitualmente, procurar echarlos de cualquier
esfera publica y, si se puede, privada lo antes posible. Y por supuesto hablar,
con ellos y de ellos, lo mínimo posible
(salvo para descalificarlos).
El País utiliza a Mc Cain y su fallecimiento
para ensalzar una idea que es evidente para todos menos para los que no la
entienden ni la practican. Dice que en
el espacio político es necesario que todos se encuentren con sus ideas y sus
propuestas, incluidas las necesarias discrepancias que son, precisamente, el
fondo y fundamento de una democracia que merezca tal nombre. Y abomina de la
construcción de enemigos como un mecanismo que destruye la propia esencia
democrática.
A los que escribimos en Deliberar estas
ideas nos parecen, al tiempo, obvias y necesarias de refrescar continuamente
Tan sensatas palabras acaban con una coda
que, si no las desmiente, las matiza. La necesidad de atacar a Trump acaba por
estropear un poco el correcto y preciso argumentario anterior. Que Trump es un
“demócrata obligado” (esto lo digo yo) es claro y también es claro que comparte
su actitud habitual con todos los populistas de derechas y de izquierdas que
son (incluidos por supuesto nuestros estupendos nacionalistas) “demócratas de
los suyos”. Es decir identificables a aquellos que en la historia y en el
presente se han caracterizado por pensar que solo los que están de acuerdo con
sus postulados merecen hablar, votar y en sus extremos, vivir. La lista es
enorme.
Pero decir que Trump “instrumentaliza y
parasita las instituciones” en un sistema político como el de Estados Unidos,
es, cuanto menos, una hipérbole arriesgada.
Sobre todo si se dice en un país (España) en
el que la instrumentalización y la parasitación no es una mera tendencia sino
una realidad que se materializa en cuanto hay la mas mínima ocasión.
Y de eso se habla con menos frecuencia de la
deseable, en EL País (periódico) de ahora.
¿Se acuerdan de aquello del ojo, la paja y
la viga?
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