Notas sobre el problema catalán (II)


Parece claro que, a fecha del 17 de febrero de 2018, el llamado “problema catalán” se había enquistado en un impass cuya evolución inmediata era difícil de prever.

Por una parte numeroso protagonistas que se apuntaron al hecho separatista perpetrado en el Parlament reculan o matizan su posición ante los jueces (una excepción significativa: una de la CUP que no tiene nada que perder),  el huido Puigdemont se refugia  en Waterloo (¿con qué complicidades?, ¿con qué dinero?), Anna Gabriel deja a Llongueras y se hace un nuevo look en Ginebra, las organizaciones sociales que han agitado las calles se van quedando sin los euros que procedían de los presupuestos públicos, aunque aún aguantan, no se sabe muy bien como,  y algunos de los que están detrás (como los que  se autodefinen como  izquierdistas radicales millonarios afines a los muchachos de la CUP) comienzan a salir  a la luz.

Pero no hay razón alguna para la esperanza. Cuando más débil está el adversario (que ya es, en muchas facetas, el enemigo) más aparecen gentes que le insuflan fuerza. Esto puede parecer una afirmación atrevida y, lo que es peor, infundada. Veamos en qué se basa.

1.    En primer lugar, el gobierno con la absurda noticia de la aplicación del 155 a la enseñanza en catalán con una corrección tan leve y tan racional como que exista una casilla en la que los padres puedan decir que quieren el español como lengua vehicular. Tema una y otra vez sentenciado y una y otra vez desobedecido mediante la sistemática ignorancia de la resolución judicial correspondiente. Pero la noticia se lanza para inmediatamente desmentir lo dicho y comenzar el ya habitual pasteleo de “ya veremos lo que podemos hacer”, “se estudiará”, “es muy complejo”, “no podemos cambiar los libros de texto tan rápido”, etc. Dimes y diretes todos que, al sufrido ciudadano que espera se haga algo, le resultan tan decepcionantes como indicadores de la indefensión a que le somete un Gobierno incapaz (antes y ahora) de hacer cumplir la Ley.  Pero que el gobierno carezca de estrategia (a veces ni tan siquiera acredita tener táctica) ya es noticia común y sabida.
2.    En segundo lugar, dos noticias que estuvieron en toda la prensa del día citado. Y las dos tiene un origen en los aledaños y en el núcleo de lo confesional (me resisto a decir lo religioso por que no hay nada de religatio en ellas).

2.1. La primera desde el ámbito de lo clerical-político la proporciona el siempre inefable partido nacionalista vasco, el familiar partido “de Dios y de las leyes viejas”, que tanto ha disfrutado y disfruta de la consideración de la Iglesia a la que, en justa correspondencia, tanto ama y respeta siempre que se identifique con “lo suyo”. Ya se sabe que para pasar de ser “un tal Blázquez” a ser “el señor obispo de Donosti” hay que, rápidamente, hacer y aprobar un curso intensivo de nacionalismo supremacista.
Y en esta ocasión, aprovechando, ¡cómo no!, la que está cayendo, los del PNV plantean, con la sana intención de chantaje al Gobierno débil, que hay que aumentar el Estatuto. Coartada esta que ya hemos visto en numerosas y flagrantes ocasiones.
¿Y como lo plantean? Muy fácil. Con otro de los mecanismos que conviene siempre a esta larga demostración de su insaciabilidad y del maravilloso método de las aproximaciones sucesivas que tan buenos rendimientos acaba dando.
Pero prestemos atención, por una vez, al procedimiento.
Transcribo literalmente de las noticias aparecidas en los periódicos.

Urkullu dice lo siguiente: “No reclamamos el derecho a la autodeterminación”. “Lo que plantea el PNV no es el derecho a la autodeterminación sino el derecho a decidir de forma legal y pactada con voluntad integradora y por vías pacificas y democráticas”. 
[Aquí la primera trampa: ¿en que se diferencia el derecho a la autodeterminación de su eufemismo el derecho a decidir? El ritornello a las vías “pacificas y democráticas” quiere decir a lo que yo considere que son vías pacificas y democráticas, que incluyen, por supuesto, los escraches, las amenazas, las coacciones y, si se tercia,  las acciones de grupos incontrolados. Porque ya se sabe que eso no es nuestra voluntad pero pasa y si pasa que le vamos a hacer. Los que se quejan son, en todo caso, unos exagerados llenos de mala voluntad o unos blandos. Como decía el inefable Arzalluz “Hay que agitar el árbol para que caigan las nueces”].

“El PP quiere hacernos confundir interesadamente el derecho a la autodeterminación, que por otra parte es positivo y está reconocido por el Tribunal de Justicia Internacional, con una declaración unilateral de independencia”. “Tendemos la mano al Estado para alcanzar un nuevo pacto que garantice más y mejor autogobierno”.

[Estamos en el ámbito de la declaración preventiva que además esconde una sutil mentira: al focalizar sobre el PP está buscando la complicidad (y la consigue) de todo lo que no es PP (véase la incompresible posición que el Neo-PSOE adopta la mayoría de las veces).  Así se presenta como adversario de un partido político cuando en realidad es un adversario del resto de España, a la cual esquilma en la medida en que su planeamiento es el de siempre: “Lo mío es mío y lo vuestro lo repartimos y además queremos la mayor parte porque si no nos enfadamos”].

La secesión efectiva envuelta en palabrería y con el trasfondo de la amenaza.

2.2. Simultáneamente los señores obispos catalanes lanzan un comunicado, firmado por todos ellos, en el que tras un lenguaje melifluo y merengoso (con perdón por las expresiones, pero son meramente descriptivas) plantan cara a la justicia y abogan porque lo que se ha hecho en Cataluña quede en agua de borrajas. Algunas frases importantes: 


a)    “La situación catalana es un problema político de primer orden”.
[Nada de mencionar que es un problema político porque se ha construido el problema y después se ha intentado “resolverlo” al margen de la ley].

b)   “Hay que hacer una reflexión serena sobre la prisión preventiva de algunos miembros del Gobierno y de algunos dirigentes de organizaciones sociales”.
[Nada de exmiembros y así, sin nombres, para no meter la pata].

c)    Tampoco piden directamente su libertad, sino que la insinúan “en vistas de propiciar el clima de dialogo” y en “consideración de las circunstancias personales de los afectados”.
[“Afectados”, no procesados, como si estuviéramos hablando de una riada. Esta claro que para lo obispos catalanes los encarcelados no han cometido ningún delito, solo están allí por que han sido encarcelados injustamente. Algo así como que los encarcelaron “porque pasaban por allí”].

d)   Concluyen con la carga de profundidad: “rehacer la confianza mutua”, “buscar una solución justa a la situación creada que sea mínimamente aceptable para todos”, “dialogo a través de la verdad, con generosidad y búsqueda del bien común”.
[“Generosidad” palabra habitualmente prostituida por los que niegan cualquier generosidad con el otro y también por los que saben que no tienen razón: se pide generosidad, pero solo a una parte. “Búsqueda del bien común” (¿de quién?, ¿hacia quién?). Habría que preguntarles quién ha defendido a los insultados, menospreciados, aislados o perseguidos por los radicales independentistas en los momento en que esto se producía, quién ha dicho que los que defienden la unidad merecen respeto].

e)    Citan al Papa como coartada, pero concluyen con el gesto definitivo: “Defendemos la legitimidad de las distintas opciones sobre la estructura política de Cataluña [otra vez la elipsis tramposa] que se basen en el respeto a la dignidad inalienable de las personas y de los pueblos [¿la dignidad de los pueblos?, ¿cual es la dignidad de los pueblos?, ¿qué pueblos?]  y sean defendidos de forma pacifica y democrática” [¿también lo de Tabarnia?, ¿también lo del Valle de Arán?]. 



Monseñor Xavier Novell, el obispo trabucaire de Osona, ha ganado la partida. Y la conferencia episcopal, sí, aquella que decía que la unidad de España era un bien moral a defender, estará tomando café.
Porque lo que dicen los trece obispos catalanes es que la independencia no solo no es pecado (faltaría mas) sino que es un bien tan moral como la unidad.

Y en el trasfondo Monserrat y sus abades.

La única reflexión (melancólica) posible es que esto es una guerra y las guerras, como dice una persona inteligente e informada, primero se ganan y después se negocia. Afortunadamente no es (¿aún?) una guerra convencional ni, por supuesto, violenta (¿todavía?). Es una guerra que se desarrolla fundamentalmente en el ámbito del lenguaje y de la comunicación. Quien mejor lo domine, ganará. Quien con mas claridad desvele las trampas del adversario, ganará. Quien mejor proporcione a la gente elementos para defenderse de la intoxicación de los otros, ganará.
Y, por ahora, ganan nítidamente los separatistas.

Pero todo eso al Gobierno le debe parecer una solemne tontería propia de intelectuales estúpidos y trasnochados.

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